
Siempre que Mario Draghi abre la boca se dispara la volatilidad en los mercados, así se reflejó la semana pasada cuando el precio del crudo se vino a mínimos y los cambios de divisa dieron un gran tumbo. El Banco Central Europeo (BCE) continuará aplicando políticas de expansión cuantitativa comprando títulos de deuda en el mercado secundario, además pasará a aplicar un -0.3% de interés a las entidades que quieran depositar su dinero en el banco central.
Pero, ¿cómo nos afecta esto como ciudadanos de a pie? Cuando el BCE decide comprar más activos de renta fija soberana se busca desincentivar la compra de bonos soberanos por parte de bancos e inversores institucionales porque éstos títulos dejan de dar rentabilidad. Si los inversores no ven atractiva la deuda pública se decantarán por la inversión privada, lo cual beneficiaría a las empresas. Esto, unido a una penalización del -0,3% por guardar dinero, hace que a las entidades financieras no les quede otra que tomar riesgo y prestar dinero a sus clientes. Las empresas volverían a contar con financiación endeudándose para desarrollar nuevos proyectos, lo cual acabaría repercutiendo en una supuesta bajada del desempleo.
A todo esto habría que sumarle las sucesivas bajadas de los tipos de interés dictadas por el BCE y que han afectado directamente a las familias. Al reducirse los tipos de interés se reduce también el Euribor, la principal referencia de las hipotecas, y esto lleva a una reducción en las cuotas mensuales. De pronto la gente se encuentra con más dinero disponible a final de mes y se plantea qué hacer con él. Las personas que acumulan esa liquidez tienen tres opciones, gastarlo, guardarlo o invertirlo. Dada la nula rentabilidad de los depósitos a plazo fijo hoy en día se incentiva que la gente prefiera gastarlo antes de invertirlo porque ¿cuándo nos han enseñado a invertir nuestro dinero?. Si se aumenta el consumo las empresas más cercanas a este sector verían aumentados sus beneficios. Además, lo que resulta impepinable es que con la devaluación del euro, provocada por el BCE inyectando dinero en forma de compra de deuda pública, las empresas exportadoras se hacen más competitivas de cara a las empresas y consumidores extranjeros.
Hasta aquí la parte «bonita» de las políticas monetarias del BCE. Detrás de estos intentos por reactivar la economía y hacer circular el crédito se encuentra un riesgo preocupante, el riesgo de crear otra burbuja. Y es que el gran problema que deriva de la constante intervención en la economía por parte de los bancos centrales es que generan burbujas, que después de explotar dan lugar a un reajuste y vuelta a empezar, que la fiesta no pare. Es por ello que muchos economistas teóricos defienden la soberanía y autoregulación del mercado en lugar de la intervención que acaba adulterando las economías occidentales.
Como ya se ha visto el BCE está intentando «acorralar» a las entidades financieras para que no tengan más remedio que asumir riesgo prestando a familias y empresas con alto grado de insolvencia en muchos casos. La mayoría de los bancos presentan aún ratios de solvencia muy bajos, y aún así se les empuja a tomar más riesgo desde Fráncfort, de locos ¿no?. Lo cierto es que el progreso, la competitividad y la generación de riqueza no se puede imprimir, por mucho que los burócratas de turno se empeñen.